Sin propiedad intelectual no hay economía del conocimiento
Sin propiedad intelectual no hay economía del conocimiento
Yaneth Giha
Directora Ejecutiva de FIFARMA
Proteger las creaciones e innovaciones es fundamental para que el conocimiento sea motor del crecimiento económico
En 1962 el economista Fritz Machlup publicó su libro “La producción y distribución del conocimiento en Estados Unidos” donde acuñó el concepto de la economía del conocimiento. Un modelo donde la información es la materia prima y las creaciones intelectuales a partir del conocimiento atraen inversión, generan empleo calificado y producen mayor crecimiento económico.
A principios de este siglo, el Banco Mundial añadió a la discusión los “Pilares de la Economía del Conocimiento” recogiendo los componentes fundamentales que debe tener un país para desarrollarse exitosamente en este campo.
El primero, es un régimen institucional que propicie incentivos para la creación, diseminación y uso del conocimiento. El segundo, es una mano de obra educada y capacitada. El tercero, un ecosistema de innovación que promueva la colaboración entre empresas y centros de investigación. El cuarto, una adecuada infraestructura de información que facilite su procesamiento y diseminación.
Es precisamente en ese primer pilar del régimen institucional, donde se enmarca la propiedad intelectual, que recoge los derechos de propiedad que se le otorgan a un inventor o creador por sus producciones intelectuales o activos intangibles.
Y es que sin propiedad intelectual, es imposible que prospere la economía del conocimiento. Pretender que estos derechos se pueden limitar, restringir o eliminar sin afectar los fundamentales de la economía, como el crecimiento, la inversión o el empleo es una trampa cortoplacista.
Para empezar, la propiedad intelectual funciona como un incentivo y una garantía para los creadores. Busca que estos tengan la confianza de hacer pública su innovación con la seguridad de que su derecho de propiedad les permitirá hacer uso comercial exclusivo por un periodo determinado. Este es un justo reconocimiento no solo al ingenio de quien concibió la idea, sino al esfuerzo, la inversión y el tiempo que requirió esa idea para hacerse realidad. Por eso, es superficial pensar que el valor un producto innovador debe ser equivalente a su costo de producción, pues de ser así, se estaría desconociendo el trabajo y los recursos invertidos durante años, muchas veces décadas, antes de llegar al mercado a solucionar un problema.
Es importante señalar también, que la propiedad intelectual no solo beneficia a los creadores. La sociedad en su conjunto recibe importantes beneficios.
Muchas creaciones intelectuales dan el paso a materializarse en forma de productos o soluciones tangibles, atrayendo inversión -nacional y extranjera-, y generando nuevos puestos de trabajo calificados y con mejores remuneraciones.
Además, la constante protección de la propiedad intelectual asegura la continuidad de creaciones e innovaciones que contribuyen a mejorar la calidad de vida de la población desde diversas áreas como la salud, la tecnología o el entretenimiento.
En esa medida, es fundamental que los Estados a través de sus gobiernos, cuerpos legislativos y sistemas judiciales, adopten las medidas para proteger y hacer cumplir estos derechos de propiedad intelectual.
Los países de América Latina han hecho importantes avances adhiriéndose a los acuerdos internacionales y expidiendo legislación que protege las invenciones. El reto está en la aplicación efectiva de esta normativa, así como en la agilidad de los procesos judiciales.
Desde FIFARMA seguiremos trabajando con gobiernos, congresos, academia y medios de comunicación para promover la protección y resaltar la contribución de la propiedad intelectual porque sin ella, no hay innovación ni economía del conocimiento.