VADEMÉCUM

En primer lugar, para proteger legalmente los derechos morales y patrimoniales de los creadores respecto de sus creaciones y los derechos de la sociedad en general para tener acceso a las mismas. Y, en segundo lugar, para incentivar la creatividad y la aplicación de los resultados de los conocimientos desarrollados, así como para fomentar prácticas comerciales leales que contribuyan a su vez al desarrollo económico y social.

De la importancia que reviste la Propiedad Intelectual se deja por primera vez constancia en el Convenio de Paris para la Protección de la Propiedad Industrial, de 1883, y en el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas, de 1886. De la administración de ambos tratados se encarga la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).

La Propiedad Intelectual es un derecho que está cobijado por el artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. De la misma manera en que tenemos derecho a la vida, al trabajo digno y a un medio ambiente sano, los seres humanos tenemos derecho a proteger, gozar y disponer de las invenciones de nuestra mente.

La PI se divide esencialmente en dos ramas, a saber: la Propiedad Industrial y los Derechos de Autor. 

El derecho de autor se aplica a las creaciones literarias y artísticas como los libros, las obras musicales, las pinturas, las esculturas, las películas y las obras basadas en la tecnología (como, por ejemplo, programas informáticos y bases de datos electrónicas).

Por su parte la Propiedad Industrial es el área de la Propiedad Intelectual que abarca las patentes de invención, los diseños industriales (creaciones estéticas relacionadas con el aspecto de los productos industrias), las marcas, los esquemas de trazado de circuitos integrados, las indicaciones geográficas y la protección contra la competencia desleal.

En el corazón de la Propiedad Intelectual yace un elemento vital para la industria farmacéutica: la innovación. La PI incentiva y protege a aquellos que se arriesgan a crear inventos nunca vistos. Esto cobra un sentido especial para las compañías farmacéuticas, quienes invierten miles de millones de dólares en investigaciones y estudios clínicos para desarrollar tratamientos innovadores contra enfermedades complejas. Un proceso que implica un gran riesgo: de 5000 moléculas que ingresan a las pruebas preclínicas, solo 5 (en promedio) se prueban en ensayos en humanos, y solo 1 recibe aprobación para uso terapéutico.

Además, la Propiedad Intelectual promueve tanto la difusión como la transferencia de conocimientos. Esto se ve reflejado, por ejemplo, en el hecho de que las patentes deben ser publicadas, generando así la posibilidad de que otros puedan aprovechar el conocimiento construido, e innovar a partir de él.